¿Debe desempeñar la OTAN un papel más político?
Debate: "¿Debe desempeñar la OTAN un papel más político?"
- Spanish
- Bulgarian
- Czech
- Danish
- German
- Greek
- English
- Estonian
- French
- Hungarian
- Icelandic
- Italian
- Lithuanian
- Latvian
- Dutch
- Polish
- Romanian
- Russian
- Slovenian
- Turkish
- Ukrainian
Espen Barth Eide es el director delDepartamento de Política Internacional del Instituto Noruego deAsuntos Exteriores de Oslo.
Frédéric Bozo es profesor en la Universidad deNantes e investigador asociado especialista en relacionestransatlánticas en el L’Institut français des relationsinternationales de París.
Querido Frédéric,
Ahora que parece que ya ha quedado atrásel drama transatlántico provocado por Iraq, creo que éste es elmejor momento para iniciar un debate tranquilo sobre las relacionesfuturas entre Europa y Norteamérica y el papel que le corresponde ala OTAN dentro de ellas. Las manifestaciones del Canciller alemánGerhard Schroeder en la conferencia Wehrkunde celebrada elpasado mes de febrero en Munich y los comentarios posteriores quesurgieron en las dos orillas del Atlántico han puesto sobre la mesala cuestión de qué significa hoy la alianza transatlántica. Setrata de un hecho positivo porque a todos nos interesa que estedebate sea transparente, amplio y constructivo. Las relacionestransatlánticas en el siglo XXI serán muy diferentes de las de lasegunda mitad del siglo XX, pero “diferente” no tiene por quésignificar “peor”.
La OTAN representa una alianza que tras haber conseguido grandeséxitos se ve inmersa en una crisis de identidad de la que es pocoprobable que se recupere pronto. Por supuesto que ésta no es laprimera vez que se cuestiona su razón de ser. La retirada francesade la estructura militar integrada en 1966 provocó unreplanteamiento general parecido, que desembocó un año después enel Informe Harmel sobre las Futuras Tareas de la Alianza.Hace quince años la desintegración del Pacto de Varsovia y la UniónSoviética provocó un debate sobre si todavía resultaba necesariauna alianza político-militar que vinculaba a Europa y Norteamérica;debate que acabaría finalmente conduciendo a la decisión de salir“fuera del área” (como alternativa a la opción de quedar “fuera dejuego”) y a que durante la mayor parte de la década de los 90 laAlianza interviniera en tres grandes proyectos en los que sesuperponían las esferas política y militar: las operaciones depacificación y mantenimiento de la paz en los Balcanes; lapreparación para la integración de varios países de Europa Centraly Oriental en la OTAN y en la comunidad transatlántica; y servir deforo para elaborar respuestas concertadas ante los acontecimientosque se producían en Rusia. Estas tres empresas, junto a lapermanente garantía de seguridad mutua, proporcionaron la respuestaa la pregunta de “para qué la OTAN” durante más de una década. Perohay que hacer constar que los tres proyectos estaban directamenterelacionados con el continente europeo y se desarrollaron en unaépoca en la que para EEUU la seguridad europea constituía una delas máximas prioridades.
No fue, por tanto, el final de la guerra fría sino el nuevo mundosurgido tras el 11-S lo que provocó que se cuestionara la finalidadde la OTAN. El proceso comenzó con la campaña de Afganistán, aunqueno fue la consecuencia de ningún desacuerdo interno. Tal y comodijo el diario francés Le Monde, por aquel entonces “todos éramosnorteamericanos”. El problema consistía en la sensación deirrelevancia: la OTAN había invocado el Artículo 5 por primera vezen su historia, así que las declaraciones estadounidenses sobre que“la misión definía la coalición” eran justo lo contrario de lo quequerían oír los europeos. Hicieron falta más de dos años para quela Alianza se comprometiera de una forma significativa enAfganistán, y aún eso fue después de la crisis de Iraq y losprofundos desacuerdos surgidos sobre el papel de la OTAN en ladefensa de Turquía y sobre la legitimidad misma de la guerra.
La Alianza debe volver a convertirse en unforo para debatir abiertamente sobre las principales cuestiones enlas que debe intervenir
Pero a partir de entonces del tono de ladiscusión ha cambiado radicalmente. Ni Washington ni los gobiernoseuropeos quieren volver a pasar por la experiencia de los últimosdos o tres años. Las recientes visitas a Europa del PresidenteGeorge W. Bush y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice – y laacogida que recibieron – simbolizan el deseo mutuo de mostrarunidad y compromiso. Pero aparte de esas manifestaciones de buenavoluntad, los detalles sobre un nuevo “consenso” siguen siendobastante difusos.
Desde mi punto de vista, el reto actual consta de dos elementos:en primer lugar, llevar a cabo una evaluación realista del papel dela Alianza en las nuevas circunstancias políticas, y en segundo,volver a dotar de contenido político a la organización en vez dedejarla atrofiarse hasta convertirse en poco más que una “caja deherramientas” militar.
El punto de partida para cualquier análisis sobre el papel de laOTAN consiste en el reconocimiento de que el paisaje políticoeuropeo ha cambiado radicalmente. Hoy día la Unión Europeaconstituye por derecho propio uno de los protagonistas de la escenade la seguridad internacional, que está añadiendo nuevascapacidades militares a los instrumentos “blandos” que actualmenteposee para servir a sus crecientes ambiciones en este terreno. Enel futuro tendrán que celebrarse muchos debates transatlánticosentre la Unión Europea y Estados Unidos simplemente porque laagenda abarcará un terreno más amplio que el que puede ofrecer laOTAN como foro tradicional de seguridad. Muchas cuestionesimportantes dentro de la agenda internacional actual – poner frenoa las supuestas ambiciones nucleares de Irán, planificar ellevantamiento del embargo de armas a China y la necesidad de ayudaral continente africano a salir de las diversas y complejas crisisque le afectan – requieren planteamientos polifacéticos. Más lesvaldría a los atlantistas dejar de lamentarse inútilmente, puescualquier intento de rebajar las ambiciones políticas de la UE estácondenado al fracaso así que más vale impulsar su desarrollopolítico y contribuir al mismo tiempo a forjar una asociación deseguridad realmente fuerte con la OTAN. A la Alianza todavía lequedará mucho que hacer, pues sigue siendo el foro más apropiadopara todo tipo de cuestiones, desde la coordinación de losinstrumentos militares hasta el debate estratégico sobre los retosde seguridad comunes entre los dos principales pilares deOccidente. Y su objetivo debe consistir en seguir siéndolo,reconociendo que ésta es su contribución a una arquitectura deseguridad transatlántica global.
Para ello hace falta dotar nuevamente de “contenido político” a laOTAN, que debe volver a convertirse en foro en el que debatirabiertamente las principales cuestiones en las que debe intervenir.Hace falta un diálogo transatlántico sincero sobre cómo responder aamenazas como el terrorismo precisamente porque en su seno existenpuntos de vista divergentes sobre cómo enfrentarse a este retocomún. La Alianza seguirá actuando en lugares como Afganistán yKosovo, y continuará proporcionando el músculo militar quenecesitarán las futuras intervenciones multilaterales depacificación. El dónde y cómo intervenir es lo que puede resultarmás polémico. Por eso las decisiones deben basarse en un consensopolítico interno mucho más amplio que el que existe actualmente. Ypara que la organización pueda proporcionar el pilar militar paralos esfuerzos internacionales en favor de la paz hará falta unamayor vinculación con los procesos políticos globales que afectanal futuro político de esas situaciones. Y para eso se necesita unaAlianza más política y una mayor cooperación con organizacionescomo las Naciones Unidas.
El reto de la OTAN no consiste solamente en sobrevivir – enrealidad nadie está proponiendo que desaparezca – sino en seguirsiendo un actor protagonista y un foro importante dentro de uncampo en el que ha demostrado ser muy eficaz. Pero para eso losAliados tendrán que desarrollar un entendimiento político comúnsobre el papel que la organización debe desempeñar. No existe unenemigo común que vaya a reemplazar la amenaza que representaban elcomunismo o la Unión Soviética, y el “terrorismo” no sirve comosustituto. Pero la Alianza constituye actualmente la expresión dela relevancia que sigue manteniendo “Occidente” dentro de laseguridad internacional. Por supuesto que en un foro transatlánticorenovado cabrá esperar que se produzcan nuevos desacuerdos, pero elreto no consiste en fingir que no existen diferencias, sino enenfrentarse abiertamente a ellas.
Atentamente,
Espen
Querido Espen,
Hace justamente dos años, cuando seaproximaba la guerra de Iraq, la OTAN se dirigía directamente haciaun enfrentamiento entre sus miembros. Un grupo de países, dirigidopor Estados Unidos y Reino Unido, acusaba al otro, encabezado porFrancia y Alemania, de traicionar el compromiso de defensacolectiva que constituye la piedra angular de la Alianza.Recordemos que se estaba discutiendo la defensa de Turquía. Y elsegundo grupo acusaba al primero de destruir los cimientos de laseguridad colectiva sobre los que descansaba la misma OTAN. Lo queen el fondo se debatía era la disposición a emprender una guerrasin la autorización del Consejo de Seguridad de las NacionesUnidas. Y lo que estaba en juego era la viabilidad de la Alianza yel futuro de las relaciones transatlánticas.
Por supuesto que la OTAN ha logrado recuperarse de esta crisis. Yaen la Cumbre de Estambul de junio de 2004 las heridas estabanprácticamente cicatrizados. Pero a diferencia de lo ocurrido en lascrisis atlánticas anteriores, la cuestión iraquí no desembocó – almenos hasta el momento – en un nuevo comienzo, como ocurrió con elInforme Harmel tras la retirada de Francia de laestructura militar integrada. En vez de eso, la Alianza pareceestar aquejada de algún tipo de anemia. Los síntomas están a lavista de todo el mundo: la OTAN se ha estado esforzando paraconvencer a los Aliados de que cumplieran sus compromisos defuerzas respecto a la ISAF y al adiestramiento de las fuerzasiraquíes. Su intervención en la iniciativa para Oriente Medio siguesiendo poco más que un eslogan vacío de contenido. Y lo que quizássea más grave, tal y como dijo el Canciller Gerhard Schroeder, laAlianza ya no es “el principal foro” en el que sus miembros pueden“discutir y coordinar sus estrategias”.
Si no se actúa pronto, la anemia puede acabar degenerando en algopeor que incluso con el tiempo puede llegar a provocar la muerte.Dado que nadie quiere que la Alianza desaparezca – y menos quenadie los franceses, que resultan ser el Aliado más comprometidocuando se trata de participar en la Fuerza de Respuesta de la OTANo de destinar a oficiales de alto grado en las posiciones claves dela estructura militar – tenemos que hacer algo.
Así que ¿es acaso la politización que algunos proponéis lamedicina adecuada? ¿Se revitalizaría la Alianza si se ampliara supapel político? Un repaso a la historia parece indicar que se tratade un camino factible. En otros momentos críticos de su pasado eldotarle de un mayor contenido político ha demostrado ser una curaeficaz ante un malestar persistente o una crisis aguda. Además delInforme Harmel podemos recordar el Informe de los Tres Sabioselaborado tras la crisis de Suez de 1956. En los dos casos se optópor una OTAN más “política” para robustecer una legitimidadcuestionada y reforzar la cohesión interna.
Hasta que no intervino enBosnia-Herzegovina la Alianza no pudo asumir plenamente el papelprotagonista que venía reclamando en la seguridadeuroatlántica
En épocas más recientes, la renovaciónque con tanto éxito llevó a cabo la OTAN en los noventa se basó enla idea de que, ante la ausencia de una amenaza soviética, teníaque asumir un mayor papel político para compensar el declive de susfunciones militares. Resumiendo: puesto que la Alianza no era yanecesaria para preparar la defensa de Europa tenía que justificarla prolongación de su existencia asumiendo funciones más amplias enla seguridad europea y contribuyendo así a la estabilidad delcontinente tras la guerra fría.
Parecía una buena solución, y a mediados de los noventa la mismaOTAN que muchos creían que se iría desintegrando tras la guerrafría estaba otra vez en plena forma y situada como la piedraangular de la seguridad europea. Pero vale la pena analizar concuidado las causas de esta inesperada resurrección. Hasta otoño de1995 la importancia de las “nuevas” misiones de seguridad de laOTAN y su futuro como alianza se veían puestos en tela de juicio acausa de su división y su inactividad ante las guerras laexYugoslavia. Lo cierto es que hasta que no intervino enBosnia-Herzegovina y desplegó la Fuerza de Implementación parasupervisar el proceso de paz no pudo asumir plenamente el papelprotagonista en la seguridad euroatlántica que venía reclamando. Yesta posición se vio reforzada tres años después gracias a suintervención en Kosovo.
La conclusión final a mi entender es que el futuro de la OTAN noestuvo garantizado hasta que los Aliados demostraron que seguíasiendo válida como instrumento militar dentro de un nuevoentorno estratégico, haciendo frente a contingencias no incluidasentre los supuestos del Artículo 5 y que provenían de “fuera delárea”. Sin esta demostración cualquier intento que se hubierarealizado entonces para rejuvenecer la Alianza dotándola de unmayor “contenido político” solamente hubiera tenido como resultadola creación de un foro de debates.
El problema actual de la OTAN es que ya no se considera que suutilidad – o al menos su importancia – en el terreno militarprovenga de sus miembros. Y eso se puede explicar de dos maneras.La primera no es nueva en absoluto: Estados Unidos ya no contemplaa la Alianza como la institución preferida para realizaroperaciones militares, ni si quiera bajo mando norteamericano. Esoha quedado claro desde la campaña de Kosovo, una experiencia que alos militares estadounidenses no les gustó en absoluto. La forma enla que Washington rechazó las ofertas de ayuda de los Aliadosdurante la campaña afgana de otoño de 2001 vino a confirmar eseestado de cosas.
El segundo factor va emergiendo poco a poco y es en gran parte unaconsecuencia del primero. Los europeos se muestran cada vez másreacios a comprometer sus fuerzas dentro de un marco dominado porEEUU y en el que este país apenas compromete las suyas, como ocurreen el caso de la ISAF en Afganistán. De ahí su disposición areforzar la Unión Europea para que pueda llegar a ser la opciónpreferente a la hora de iniciar una operación y a asumir el controlen la ex República Yugoslava de Macedonia*, en Bosnia-Herzegovina yantes o después en Kosovo.
En el caso de continuar las tendencias actuales la OTAN podríallegar a convertirse en un cascarón vacío si no lograse estar a laaltura de la nueva estructura que se va forjando en las relacionestransatlánticas a consecuencia del alejamiento de EEUU respecto aEuropa y la nueva asertividad político-estratégica del ViejoContinente. Y eso representaría un tremendo error. La OTAN siguesiendo necesaria, aunque solamente fuera porque los norteamericanosy los europeos se necesitan mutuamente desde el punto de vistamilitar. Los europeos siguen necesitando la protección de EEUU,aunque en menor grado que en el pasado, y no pueden pasar sincontar con su apoyo a la hora de realizar operaciones militaresdifíciles – como pudo apreciarse en Bosnia-Herzegovina – mediantedisposiciones como las Berlín-Plus. Y Estados Unidos necesita lastropas europeas para aquellas operaciones de mantenimiento de lapaz en las que no desea comprometer sus fuerzas, como ocurre en elcaso de la ISAF.
Desde mi punto de vista la conclusión es muy simple. Mientras quela configuración actual de la Alianza resulta improbable yrepresenta un marco atractivo para otra entidad, existe suficientemargen de maniobra y bastante necesidad para que se transforme enlo que realmente necesitamos: un instrumento para mantener yfomentar el vínculo militar entre la Unión Europea y EstadosUnidos. Me doy cuenta de que para eso hará falta un cambio radicalen la forma de pensar de la Alianza, pero estoy seguro de que si nonos planteamos seriamente cómo podemos reconciliar la Alianza conla nueva realidad de las relaciones actuales entre la UE y EEUU,ésta acabará por desintegrarse causando un daño irreparable a todoel conjunto de la comunidad euroatlántica. Dotar de contenidopolítico a la OTAN no constituye una cuestión fundamental y quedarácomo un simple eslogan sin verdadera entidad si no hacemos frente alos hechos y volvemos a convertir a la Alianza en el foro principalpara la coordinación estratégica entre Norteamérica y Europa. Peroeso significa conseguir que funcione el vínculo UE-EEUU,especialmente en el terreno militar.
Atentamente,
Frédéric
Querido Frédéric
Coincidimos en gran parte de nuestroanálisis sobre el pasado más reciente y la situación actual, y losdos creemos que la Alianza tiene que reconciliarse con la nuevarelación UE-EEUU. También estamos de acuerdo en que la OTAN debeseguir considerando el vínculo militar entre Europa y Norteaméricacomo el pilar principal de su razón de ser. A fin de cuentas, unaalianza militar sin funciones militares resultaría muy difícil desostener.
Donde parece que no estamos de acuerdo es en la conclusión final:si volver a dar “contenido político” a la Alianza es el caminocorrecto. Al parecer piensas que se trata de un eslogan sinverdadera entidad y que hace falta una “coordinación estratégicaentre Norteamérica y Europa” y “un instrumento para mantener yfomentar el vínculo militar entre la Unión Europea y EstadosUnidos”.
Lo que ocurre es que no creo que pueda mantenerse durante muchotiempo un vínculo “puramente” militar sin que exista una fuertebase política que lo sostenga, y esta base política no se crea porgeneración espontánea. No debemos olvidar que la cohesión políticaatlántica resultó crucial – aunque muchas veces estaba solamenteimplícita – durante toda la duración de la guerra fría. Los Aliadoseuropeos y norteamericanos estuvieron de acuerdo en hacer frente ala amenaza que para ellos representaba la Unión Soviética, y en queel compromiso estadounidense con Europa tenía un efectoestabilizador incluso cuando la amenaza común se podía considerarcompletamente superada. De hecho, el éxito del proyecto deintegración que desembocó en la creación de la Unión Europea debecontemplarse como uno de sus efectos. La asociación de seguridadtransatlántica contribuyó a que se dieran las condiciones para laintegración económica funcional en Europa, pues algunas de lascuestiones más complejas desde el punto de vista político podíandiscutirse en otros foros. La OTAN se pudo concentrar en susfunciones militares porque desde el principio existía una cohesiónpolítica fruto de una amenaza común permanente. Lo que va implícitoy es aceptado por todos resulta tan evidente que no hace faltarepetirlo. Pero si llegase a faltar esa voluntad común, la Alianzadejaría de existir. Y a pesar de las diferencias sobre ciertasdecisiones estratégicas que fueron apareciendo durante la guerrafría, la cohesión política global se mantuvo gracias a lapercepción compartida de una amenaza y unos objetivoscomunes.
La OTAN tiene que poner a punto sumaquinaria político-militar de forma que tanto los Aliados como losSocios perciban que sigue siendo relevante para los retos del nuevosiglo
Hoy en día no solamente hemos superado laguerra fría sino también el periodo transitorio que le siguió. Y loque ha resultado cada vez más evidente en los últimos años es quela cohesión política entre Europa y Estados Unidos no puede darsepor sentada, y la nostalgia no basta para mantener a flote a laAlianza. Si la OTAN va a sobrevivir – y los dos esperamos y creemosque así sea – tendrá que ser porque se convierta en la respuesta alos retos actuales, no a los del pasado.
El uso del poderío militar sigue siendo tal y como escribió Carlvon Clausewitz “la continuación de la política por otros medios”. Yesto resulta particularmente cierto cuando se trata de interveniren conflictos que no representan una amenaza esencial contranosotros, pero que constituyen una inversión a largo plazo para unentorno más estable. La acción conjunta – como la que se estállevando a cabo en Afganistán – debe basarse en un acuerdo políticosobre lo que se quiere conseguir y el lugar que ocupa ese objetivodentro del cuadro general. Y en ese aspecto la OTAN tiene mucho queofrecer. Además de los acuerdos para comprometer tropas hadesarrollado un sistema de directrices políticas para las accionesmilitares y un foro en el que se pueden exponer opinionesenfrentadas y elaborar consensos.
En los años venideros la Alianza tendrá que demostrar que es algomás que una “coalición de voluntarios”. Una coalición puederesultar una opción muy atractiva para el país líder de la misma,al menos mientras haya países dispuestos a participar. Pero tal ycomo está descubriendo ahora Estados Unidos en Iraq, no puedeconfiarse en las contribuciones de tropas, pues la disponibilidadpuede sufrir grandes variaciones según las circunstanciaspolíticas. Para los socios con menos antigüedad las coalicionesrepresentan un problema, pues suele faltarles un marco político“equilibrado” y eso conlleva que la única forma que encuentran paramostrar su desacuerdo es la retirada de la coalición. Y a lospaíses más pequeños los marcos multinacionales les resultan muchomás atractivos cuando están lejos en el tiempo. La OTAN puedeaportar – a través de su estructura política y contando con unSecretario General y un Secretariado civiles – juicios ydirectrices políticas y métodos de actuación para que lacontribución militar mantenga su vínculo político con el esfuerzocomún.
Y esto no sucede de forma espontánea. La OTAN tiene que poner apunto su maquinaria político-militar de forma que tanto los Aliadoscomo los Socios perciban que sigue siendo relevante para los retosdel nuevo siglo. Solamente entonces podrán combinar las capacidadesmilitares disponibles con un mayor potencial para crear consensospolíticos.
Atentamente,
Espen
Querido Espen,
Estoy de acuerdo contigo en que la tannecesaria vinculación militar entre Europa y EEUU que deberíagenerar una OTAN renovada no sería duradera sin “una fuerte basepolítica”. Pero entonces la pregunta es ¿cuál es el marcoinstitucional más adecuado para promover ese consenso político?Durante la guerra fría no cabía ninguna duda de que la Alianzarepresentaba el foro político ideal precisamente porque existía unaamenaza común y evidente. Su importancia política se debía a suindiscutible valor desde el punto de vista militar.
Pero las cosas han cambiado hoy en día. Aunque no podamos – nidebamos – excluir totalmente la posibilidad de que en el futurotuviéramos que combatir colectivamente contra un enemigo exteriorque representase una amenaza vital, ya no podemos basar laexistencia de la OTAN en esa hipótesis. Dicho de otro modo, laguerra antiterrorista no es la guerra fría, ni puede proporcionarpor sí sola el elemento cohesionante que mantenga unida la Alianza,pues los norteamericanos y los europeos no tienen por qué coincidirnecesariamente en la valoración de la naturaleza del peligro nisobre los métodos para hacerle frente. Lo cierto es que a menudoestán en desacuerdo, y en eso ha consistido la crisis en la que seha visto envuelta la OTAN desde 2001.
Dotar de contenido político a la OTAN noserá más que un eslogan hueco si no hacemos frente a los hechosprincipales
Por supuesto que la mayoría de losAliados seguirán pensando que las operaciones de mantenimiento dela paz como la de la ISAF en Afganistán reflejan las funcionesmilitares que la OTAN debe asumir en el futuro, así que consideranque no tiene sentido intentar reforzar su dimensión política. Perodudo mucho que unas operaciones de mantenimiento de la paz tanresiduales, aunque estén dotadas de mucha carga política, puedanrenovar por sí solas la relación transatlántica.
En mi opinión, si queremos reconstruir los cimientos políticos dela Alianza tenemos que asumir dos retos mucho más exigentes. Enprimer lugar, debemos llegar a un acuerdo sobre las condicionespara el uso de la fuerza cuando las circunstancias no puedanconsiderarse como un caso de defensa propia. Precisamente la faltade acuerdo sobre la legitimidad – o legalidad – de la acciónmilitar preventiva lo que provocó la división dentro de la Alianzarespecto a Iraq.
En segundo lugar, tenemos que intentar desarrollar unentendimiento común sobre de qué forma y con qué medios queremosextender la democracia y el Estado de derecho, pues todoscoincidimos en el objetivo, pero no en cómo conseguirlo. Y en vistade que ésta probablemente siga siendo una de las principalespreocupaciones tanto de los norteamericanos como de los europeos,como muestran los recientes sucesos de Oriente Medio, tenemos quellegar urgentemente a un acuerdo sobre esta cuestión si de verdadqueremos devolverle a la Alianza su sentimiento de propósitocomún.
Y no lo conseguiremos por decreto o convirtiendo la “politización”de la antigua OTAN en la cuestión estrella del momento, sinomediante un diálogo serio y profundo entre Norteamérica y Europa.La aparición de una Unión Europa coherente representa una realidadque no se puede seguir ignorando, así que la cuestión esencialconsiste en que el rejuvenecimiento de la Alianza presupone nosolamente que su aparato militar se adapte a la nueva situación,sino también la creación de un vínculo estratégico directo entresus dos principales componentes. Solamente si somos capaces dealinear los esfuerzos que requiere la relación transatlántica conel cambio estructural que se ha producido en las relaciones entreNorteamérica y Europa estaremos en disposición de restaurar elsentimiento de propósito común que constituye la base de unaAlianza sostenible.
Atentamente,
Frédéric
Querido Frédéric,
Desde el principio he mantenido que la OTANno tiene más alternativa que adaptarse al cambiante paisajepolítico europeo, y el meollo de esta transformación lo constituyela entrada en la escena internacional de un actor cada vez máscoherente: la Unión Europea. Si ya era una potencia “civil”consolidada, ahora puede presumir de cierto grado de capacidadesmilitares y de gestión de crisis, y su Estrategia Europea deSeguridad representa una respuesta a la medida de Europa de laEstrategia de Seguridad Nacional estadounidense. Son estasdos partes – la UE y EEUU – las que tienen que proporcionar losprincipales elementos constructivos de lo que todavía denominamos“Occidente”.+lt;+lt;/span+gt;
Volver a dotar de contenido político a laOTAN implica que dentro de ella se intensifique el debate políticosobre las nuevas amenazas
Mi argumento es que la OTAN está yaproporcionando un marco político-militar para esta asociacióntransatlántica reformada, además de ofrecer una alternativa a las“coaliciones de países voluntarios” formadas ad hoc. Si la Alianzase concentrase exclusivamente en sus estructuras militares, suestatus iría decayendo con rapidez hasta convertirse en poco másque un organismo normalizador. Y en mi opinión volver a dotar decontenido político a la OTAN implica que dentro de ella seintensifique el debate político sobre las nuevas amenazas y elpapel que puede desempeñar en las tareas de pacificación y apoyo ala paz. Me gustaría que los países miembros se tomaran esta facetade la organización con mucha más seriedad de lo que lo han hechoanteriormente.
Atentamente,
Espen
Querido Espen,
Nuestras posiciones no están demasiadoalejadas, y eso me hace contemplar con esperanza el futuro de laAlianza. A fin de cuentas nuestros respectivos países han mantenidotradicionalmente puntos de vista muy divergentes sobre estacuestión. Ya sabes que los franceses desde los tiempos del Generalde Gaulle han puesto mucho empeño en distinguir la Alianza en sí –cuya existencia nunca se ha puesto en duda en la política francesa– y su estructura organizativa – que en su opinión necesitamejorarse. Durante la guerra fría a los restantes Aliados estadistinción no les resultaba fácil de entender, y no digamos deaceptar, pero da la impresión que las cosas han cambiado en eseaspecto, y que ahora las matizaciones de ese tipo van cobrando mássentido.
Es importante reestructurar la Alianza paratransformarla en una organización esencialmente bilateral entreEuropa y Norteamérica
Ahora es más importante que nunca laconstrucción de una relación transatlántica fuerte y sostenible,aunque solamente fuese porque ya no podemos seguir dándola porsupuesta. Y también es importante reestructurar la Alianza paratransformarla en una organización esencialmente bilateral entreEuropa y Norteamérica. Así se podrá mantener su relevancia military la vinculación político-estratégica a largo plazo entre Europa yEstados Unidos dentro del marco de la Alianza transatlántica.
Atentamente,
Frédéric
* Turquía reconoce a la República de Macedonia por su nombre constitucional