Bien podemos decir que si para muchos ste ha sido un siglo corto, para nosotros ha sido cortsimo, o largusimo, segn se mire, ya que en ciertos aspectos significativos hemos tenido que transitar, en apenas dos dcadas, del siglo pasado al siglo prximo.
Algunos de los que estn aqu probablemente no han vivido ms que estas dos dcadas, pero no deben olvidar que son, ni ms ni menos, el perodo ms largo de paz y prosperidad que ha tenido Espaa en todo el siglo. Los que se hallan en los primeros cursos acadmicos, pertenecen a la primera generacin de espaoles que no conocen ms que el sistema democrtico.
Precisamente, ahora que acaban de cumplirse veinte aos de las primeras elecciones que nos devolvieron la democracia, gracias al esfuerzo de toda una generacion, nos encontramos en un pas totalmente distinto. Nuestro pais se ha incorporado a tiempo a la revolucin tecnolgica; ocupa el cuarto lugar del mundo en tasa de escolarizacin; ofrece a todos sus jvenes una educacin secundaria, y a ms de la tercera parte una enseanza universitaria, en la que ms de la mitad del alumnado son mujeres; figura entre los cinco primeros en esperanza de vida; ha encauzado, an con dificultades, la cuestin territorial; se sita entre los que ms han reducido la desigualdad social y territorial en las dos ltimas dcadas. Un pas que prcticamente ha resuelto la forma de Estado, ha dejado atrs el problema religioso y ha consagrado definitivamente el poder civil.
No miramos ya hacia el pasado o hacia dentro de nosotros mismos, sino hacia fuera y hacia un futuro que estamos tambin nosotros construyendo. La Espaa actual mira al bienestar y a la cohesin, al euro y a la Unin Europea, al cambio tecnolgico y a la modernidad, a la seguridad compartida y a la calidad de la democracia.
Pero, habitualmente, los pases ms avanzados, estables y creativos han ofrecido a cada una de sus generaciones la oportunidad de llegar ms lejos que la precedente, de fijarse a s misma nuevos retos, de llevar algo ms all una nueva frontera. La combinacin de un rumbo fructfero y continuado con el surgimiento de nuevas ideas y proyectos y la acumulacin de energas en torno a los mismos han sido la base ms segura de un progreso sostenido.
Histricamente, sin embargo, la sociedad espaola no ha ofrecido esa posibilidad a sus gentes, y lo habitual ha sido, por el contrario, la discontinuidad. Muy frecuentemente, una generacin ha deshecho o desdicho lo realizado por la anterior, y muchas veces la nueva frontera no ha podido sino volver a retomar un rumbo previamente frustrado.
Casi me atrevera a decir que ustedes, los estudiantes de esta universidad, son la primera generacin que puede construir sobre lo que se ha preservado de la anterior. Esta circunstancia, que ahora es un privilegio, no lo debera ser nunca jams.
Permtanme que regrese al nexo inicial de mi intervencin. Nos hemos adentrado ya en un mundo nuevo. Un mundo distinto, cuya caracterstica esencial es que se trata de un mundo nico, global. Un mundo del que todos formamos parte, pero que no a todos pertenece por igual. Un mundo con crecientes posibilidades, si bien no estn repartidas con justicia y equidad. Un mundo que ser inseguro si no somos capaces de comprender correctamente el significado profundo de la seguridad y trabajamos adecuadamente para implantarla.
En esta ltima parte del siglo XX hemos cambiado el mundo de la mano de las transformaciones tecnolgicas, del crecimiento de la poblacin, de la globalizacin de la economa y de la informacin y de las consecuencias de la cada del muro de Berln.
Hoy vivimos en un mundo globalizado, en el que no slo han cado los muros fsicos, sino tambin los econmicos, los mediticos y los culturales.
Desde hace varias dcadas hay en marcha al menos tres grandes revoluciones culturales: la igualdad de los derechos asumida por la mujer, la emergencia de una conciencia ecolgica planetaria y el reforzamiento de las identidades culturales e histricas, nacionales, regionales y locales.
La conciencia que la mujer han asumido de su igualdad de derechos en todos los mbitos ha socavado las fundaciones milenarias de la sociedad patriarcal. Esta transformacin cultural, apoyada en la entrada masiva de las mujeres al trabajo remunerado, tiene enormes repercusiones en el mercado laboral, en la familia, en la sexualidad, en la personalidad y en la poltica. Es una gran transformacin positiva, pero requiere la adaptacin del conjunto de nuestra sociedad.
La emergencia de una conciencia ecolgica planetaria cambia la relacin entre la sociedad y la naturaleza y afecta cada mbito de nuestro modo de vida.
Por su parte, el reforzamiento de las identidades culturales en mbitos distintos agrandan positivamnte el pluralismo. No en vano, identidades rechazadas y excluidas son fuentes de fundamentalismo.
Otra gran dimensin de la globalizacin es la meditica, la revolucin de las tecnologas de la informacin. Desde la dcada de los setenta, las transformaciones se han desarrollado sin cesar: primero cambi la tecnologa militar, despus las telecomunicaciones y el transporte, posteriormente el sistema financiero, ms tarde la industria, los servicios, hasta llegar a los medios de comunicacin, el ocio, el trabajo, la educacin y la vida cotidiana.
Internet es ya un instrumento de comunicacin global. Se trata de un ejemplo de un fenmeno que, aunque de momento incluye slo a una lite de 80 millones de usuarios, crece de forma exponencial.
Otros ejemplos nos ayudarn a comprender el proceso en que estamos inmersos.
La poblacin mundial se incrementa cada ao en una cifra equivalente al total de habitantes de Mxico y cada diez aos nace, por as decirlo, una nueva China, unos 1.000 millones de personas.
Todos somos conscientes de que la distribucin de la poblacin y los recursos no siguen caminos paralelos. Tendremos que hacer frente a problemas de sobrepoblacin y a movimientos migratorios masivos como no se han visto desde hace siglos.
Cinco pases cuentan hoy con la mitad de la poblacin mundial: China, India, Brasil, Indonesia y Rusia. Su participacin en el comercio mundial no alcanza el ocho por ciento. Una situacin ciertamente insostenible en un plazo relativamente breve.
La transmisin instantnea de la informacin permite que cada da se cambien en el mercado financiero mundial ms de 1,2 billones de dlares, es decir el Producto Interior Bruto de Francia. Esta cifra representa el 85 por ciento de las reservas de divisas mundiales y es 6.000 veces mayor que a principios de los aos ochenta. Las transacciones de capital constituyen el 97 por ciento del valor de todo el comercio mundial.
Las multinacionales de la produccin se han convertido en pieza esencial de esta globalizacin, de tal forma que el comercio entre las empresas filiales y la casa madre es un tercio de todo el comercio mundial.
La reduccin de los costes de transporte de mercancas e informacin ha sido tambin espectacular. Por ejemplo, tres minutos de conversacin entre Nueva York y Londres costaban, en 1930, 300 dlares, en dolares de 1990. Hoy, cuestan menos de tres.
La situacin en que vivimos produce ciertas angustias, inevitables por su impacto sobre el empleo. No me extender en ello, pues sera objeto por s slo de una conferencia entera. A m, que me queda todava mucho de profesor universitario, se me hace imprescindible subrayar la creciente importancia de hacer un esfuerzo masivo en educacin, investigacin y desarrollo tecnolgico. Slo as podremos tratar de dominar el futuro.
Es este nuevo mundo cargado de posibilidades y de perplejidades el que tenemos que hacer ms seguro. Pero con un concepto de seguridad ms amplio e integrador a la vez. La seguridad ya no puede ser slo defensiva o militar. Tiene que abarcar otros campos. La seguridad es un todo que incluye la economa, el comercio internacional, la ecologa, el derecho de las minoras.
La seguridad debe ser bsicamente humana. La defensa de los derechos del hombre debe estar en el centro de nuestras preocupaciones. En los ltimos tiempos hemos visto como se han multiplicado las actuaciones con carcter humanitario, ms all de los intereses individuales de cada pais.
Un buen plantel de instituciones est a nuestra disposicin para garantizar este nuevo concepto de seguridad. Muchas de ellas surgen de las consecuencias de la segunda Guerra Mundial. Han sido tiles hasta ahora, pero para que lo sigan siendo tienen que adaptarse a una nueva realidad. Si no lo hacen perdern transcendencia e incluso su propia razn de ser.
Como europeos, dos de entre ellas tienen que preocuparnos de manera fundamental: la Unin Europea y la Alianza Atlntica. Me centrar en ellas porque han determinado los ltimos 50 aos de la historia de nuestro continente, nuestra historia comn, y porque son esenciales para comprender la Europa de fin de siglo.
La Guerra Fra supona un orden. Su fin no ha trado an un nuevo orden mundial, pero tampoco un nuevo desorden. Estamos ante una Europa ms segura pero menos estable, por muy paradjico que este enunciado pueda parecerles.
Merece la pena recordar que desde el final de la segunda Guerra Mundial hasta el final de la dcada de los 80 no hubo que contabilizar en Europa ninguna vctima de guerra. En lo que llevamos de dcada, slo debido al desmembramiento de la Unin Sovitica y de la ex-Yugoslavia se han producido decenas de millares de muertos. Chechenia y Bosnia son nombres que deben quedar grabados en nuestra memoria.
Slo con unas instituciones fuertes seremos capaces de hacer frente a las inestabilidades y a los desafos a los que nos confronta diariamente el todava desconocido nuevo orden mundial. Una razn ms que nos obliga a tener que desarrollar y ampliar nuestro propio concepto de seguridad.
Dos grandes acontecimientos, de suma importancia, marcarn el horizonte del ao 2000. En el mbito de la Unin Europea, la introduccin de la moneda nica y la ampliacin hacia el Centro y el Este de Europa. En el mbito de la Alianza Atlantica, estamos inmersos en una profunda transformacin con un objetivo: fraguar una nueva Alianza para una nueva Europa.
No me voy a detener en exceso sobre la moneda nica, ya que todos somos conscientes de las enormes implicaciones de su entrada en vigor. Pero hay varios elementos que no puedo dejar de comentar. Es preciso ver este proyecto no slo como un hito, un enorme hito econmico, sino tambin, como un hito poltico. El nacimiento de la Unin Econmica y Monetaria puede poner en marcha un proceso de integracin poltica que supere el marco alcanzado hasta ahora en la Unin Europea.
Con este proyecto, Europa va a vivir horas importantes, las ms decisivas de las ltimas dcadas. La moneda nica incidir notablemente en el peso exterior de la Unin, al sumar una dimensin monetaria y financiera a la ya primordial dimensin comercial que tiene.
Ms all de otros avances en materia de poltica exterior comn, una moneda nica permitir a Europa adquirir estatus de potencia econmica y poltica en vez de seguir limitndose a su condicin de espacio.
Europa tiene ante s la posibilidad de dejar de ser escenario para convertirse en actor. No debe desaprovecharla.
La Europa de Schuman y Monet se inici poniendo en comn actividades econmicas. De ah surgi la necesidad de avanzar en el mbito de la poltica. Maastricht ha sido su lmite. La cumbre de Amsterdam, a mi parecer, lo ha puesto de manifiesto. Ser necesario un nuevo salto en la puesta en comn de polticas econmicas --la moneda nica-- para poder seguir avanzando por el camino de la integracion poltica.
Catalua ha entendido siempre, quizas ms que ninguna otra parte de Espaa, la necesidad de una slida construccin europea, en la que en todo momento ha participado activamente. Ha sido pionera en la decidida apuesta europeista en la que ahora participa toda Espaa. A ustedes, las primeras generaciones que se han beneficiado abiertamente de ello, les toca seguir manteniendo a nuestro pais como uno de los motores de este proceso.
Les deca que Europa tiene delante de s otro gran desafo, fundamental para garantizar su estabilidad y por tanto su seguridad: su ampliacin. Un reto que comparte con la Alianza Atlntica.
Por razones de toda ndole, incluidas las morales, no podemos seguir hablando de Europa cuando de hecho nos estamos refiriendo a media Europa.
Varsovia, Budapest o Praga, por poner tres ejemplos, son tan Europa como Barcelona, Paris o Amsterdam. Hablar de Europa tiene que significar hablar de Europa entera. Soy consciente de las dificultades, tambin para Espaa, que este gran proyecto entraa.
Durante estos ltimos aos he sido testigo de excepcin de la pasin de los ciudadanos de los pases del Este y del Centro de Europa por formar parte de las instituciones europeas y euroatlnticas. Ms de una vez he vibrado con ellos, con sus polticos, con sus universitarios, con sus jvenes, recordando lo que para los espaoles demcratas de ayer significaba el proyecto europeo.
No podemos defraudarles y para ello tendremos que superar no pocos retos. Ellos y nosotros. Los paises que llaman a las puertas de la Unin Europea suman aproximadamente 100 millones de habitantes. Su Producto Interior Bruto (PIB) es aproximadamente el de los Pases Bajos, que tienen 15 millones de habitantes. He aqui, en pocas palabras la dimensin de la empresa.
Los esfuerzos que debern realizar los actuales miembros de la UE en este proceso unificador no sern desdeables. Las implicaciones en el presupuesto comunitario, con serios ajustes en las polticas de proteccin agraria y de equilibrio territorial, exigirn imaginacin y generosidad. Pero, insisto, la empresa exige estar a la altura de las circunstancias.
Tenemos, por primera vez en dcadas, la posibilidad de fraguar una Europa unida, estable, segura y sin lneas divisorias.
La misma voluntad de seguir siendo relevante y decisiva para la seguridad y estabilidad de Europa ha llevado a la otra institucin a la que quiero referirme, la Alianza Atlntica, a emprender la ms profunda reforma interna y externa de su casi medio siglo de existencia. La cumbre de Madrid de hace tres meses signific un impulso crucial a todas estas reformas, en una organizacion que tengo el honor y la responsabilidad de dirigir.
Salvaguardar la seguridad de sus miembros sigue siendo el objetivo primordial de la Alianza, su razn de ser. Pero no solo esto. La existencia de la Alianza ha sido clave para evitar la renacionalizacin de las polticas de defensa en Europa. La mejor garanta de seguridad estriba en que ningn pais sucumba a la tentacin de renacionalizar su defensa.
A la misin tradicional de defensa mutua hemos aadido la proyeccion de estabilidad ms all de las fronteras de los pases aliados. Esta nueva mision, hoy tan importante como las otras, nos permite participar en la gestin de las crisis en pases de fuera de la Alianza.
En ningn lugar como en Bosnia la nueva OTAN es tan palpable.
Desde diciembre de 1995 una coalicin para la paz de ms de 30 pases bajo mando aliado protagoniza un gran ejercicio de pacificacin. Se trata, es bueno no olvidarlo, de la primera misin militar que realiza la Alianza, para llevar la paz, contribuir a la reconstruccin y ayudar en la reconciliacin de un pas devastado.
No exagero al decir que, para m, Bosnia ha marcado los ultimos anos que he vivido. En verano de 1995, llegu a Sarajevo como Presidente del Consejo de Ministros de la Unin Europea, despus de atravesar a tiros la zona contigua al aeropuerto. No poda yo imaginar que, pocos meses despus, tendra la responsabilidad de dirigir la operacin de pacificacin de aquel querido pais. Me incorpor a mi despacho de Bruselas, ya como Secretario General, el mismo da en que el entonces Secretario General de la ONU, Butros Ghali, me traspas la responsabilidad de la nueva misin. No lo olvidar nunca. Era el 20 de diciembre de 1995 cuando Naciones Unidas nos pas el testigo.
En los casi dos aos de presencia masiva aliada, no hemos conseguido todos los objetivos. Hemos logrado parar la guerra y separar a los contendientes, a lo largo de una linea de demarcacin que de ser recta cubrira la distancia que separa Bruselas de Kiev. Pero la paz no es solamente la ausencia de guerra. Es mucho ms. La paz es tambien la reconstruccin del pais y, lo que es ms importante, la reconciliacin de sus habitantes. Una labor que, desgraciadamente, no puede imponerse, que requiere tiempo. Por ello es imprescindiblde que la comunidad internacional no abandone Bosnia, no deje el trabajo a medio acabar.
Ahora, nuestra principal tarea es que esa lnea separadora se convierta en integradora. No va a ser facil.
Todavia en la actualidad, dos anos despues del final de la guerra, las minas antipersonas causan, cada mes, entre cincuenta y ochenta victimas. He aqu otro ejemplo de la barbarie con la que hay que acabar. Tenemos, asimismo, que asegurar el retorno de los refugiados, contribuir a reestructurar una polica democrtica y colaborar en la puesta en marcha de las instituciones de gobierno democrticas, a todos los niveles.
Es por la todava ingente tarea que debemos realizar en Bosnia por lo que digo que no podemos abandonarla a su suerte. Nuestro compromiso debe mantenerse. Este mensaje lo entendern muy bien ustedes. Vuestra ciudad, vuestra comunidad autnoma no han escatimado, desde que el conflicto estall en los Balcanes en 1991, ningn sacrificio en favor de la solidaridad con las vctimas de Bosnia. La generosidad mostrada en todo momento fue, sin duda, un ejemplo y un revulsivo para los polticos.
Una de las primeras y principales lecciones aprendidas de nuestra actuacin en Bosnia es que no es posible cumplir nuevas misiones con viejas estructuras. Se requiere una estructura ms flexible, ms mvil y que ofrezca ms posibilidades para involucrar a los pases socios en la gestin de crisis.
Por ello es necesario adaptar las estructuras internas de la Alianza, para que pueda afrontar los retos de hoy, no los desafios de ayer. El objetivo es mejorar su eficacia pero al mismo tiempo introducir cambios que reflejen la dimensin europea en su seno.
Si Europa quiere convertirse en un actor estratgico, debe abordar la cuestin de la defensa. La antigua divisin de tareas por la que la OTAN se dedicaba a la seguridad de Europa, a travs de la presencia norteamericana, y las instituciones europeas se centraban en la integracin econmica, ya no refleja ni la realidad transatlntica ni la voluntad de los europeos, ni de Estados Unidos.
Con esta personalidad europea, la nueva OTAN estar ms en lnea con las realidades polticas, econmicas y militares de las prximas dcadas.
Otro aspecto al que me querra referir es a la ampliacin de la Alianza. Los mismos argumentos que he utilizado para la ampliacin de la Unin Europea son vlidos para justificar la apertura al Este de la Alianza: ampliar la zona de seguridad, borrar las lneas que han dividido Europa durante demasiados aos.
Recuerdo un da en Varsovia con el presidente Alexander Kwaznievski, en una inolvidable comida en el mismo saln donde se firm el Pacto de Varsovia, en que me argumentaba de manera sencilla su deseo de participar en la Alianza. Queremos formar parte de ella, me deca, por las mismas razones que sus miembros no la desean abandonar. Tena razn. La frase era ms impactante, si cabe, por ser pronunciada por el Presidente de un pais que en los ltimos 300 anos ha vivido muy pocos con las fronteras estables. Hay que saldar las cuentas que la historia dej pendientes hace dcadas.
La apertura de la OTAN a nuevos miembros est teniendo un efecto positivo. Ante el incentivo que supone integrarse en Occidente, muchos pases han emprendido reformas democrticas y han solventado viejas disputas bilaterales con sus vecinos. Hungra, Rumana, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, los Estados Blticos y varios ms han concluido acuerdos para superar enfrentamientos endmicos. En muchos casos, se trata de problemas de minoras, sin resolverse desde la primera Guerra Mundial, cuna de todas las inestabilidades de este siglo. Un acontecimiento extraordinario para la seguridad y estabilidad europea.
Permtanme que me adentre ya en uno de los aspectos de la reforma de la Alianza mas importantes y al que ms tiempo dediqu a principios de este ao: las nuevas relaciones entre la Alianza y Rusia.
La singularidad de Rusia, su peso especfico y la urgente necesidad de abrir una nueva avenida para la cooperacin y las relaciones bilaterales nos condujeron a una decisin poltica de la que estoy especialmente orgulloso y satisfecho.
Despus de largas y a veces dramticas sesiones de negociaciones, algunas pblicas, otras no, pude concluir, en mayo pasado, con el ministro de Exteriores ruso, Evgueni Primakov, un importante acuerdo: el Acta Fundacional OTAN-Rusia.
Se trata, a mi entender, de una de las piezas determinantes en el desarrollo de unas relaciones distintas con Rusia, con la que pusimos fin a las consecuencias de Yalta y sellamos definitivamente el fin de la Guerra Fra.
La OTAN y Rusia estn destinadas a cooperar. No tuve la menor duda de ello desde que en el invierno de 1996, viv una experiencia inolvidable en Bosnia, en el corredor de Posavina, cuando particip en una de las patrullas habituales que hacen en una de las zonas ms conflictivas y peligrosas del pas, codo a codo, soldados y oficiales de la Alianza con soldados y oficiales rusos.
Por qu si cooperbamos tan bien con los rusos en Bosnia no bamos a poder hacerlo en otros mbitos? Los aliados no cejamos en nuestros esfuerzos hasta lograr una respuesta satisfactoria a mi pregunta retrica. El convencimiento de que los adversarios de ayer son los socios de hoy, me inspir durante la largusima negociacin con Primakov. Nunca, hasta que en mayo firmamos en Paris el Acta Fundacional, Rusia y la Alianza Atlntica haban acordado un mecanismo de cooperacin bilateral como el que hemos puesto en pie ahora y que est basado en el respeto mutuo y el espritu de cooperacin.
Hace diez das celebramos la primera reunin ministerial del Consejo de Cooperacin Permanente OTAN-Rusia, instrumento clave para nuestras nuevas relaciones bilaterales. Tuvo lugar en el sede de la ONU, en Nueva York, y en ella aprobamos un ambicioso programa de trabajo, que, si somos capaces de llevar a cabo, va a dar un vuelco a nuestras relaciones. Varias razones nos obligan a emprender esta va y no abandonarla.
Tenemos intereses comunes en la estabilidad y la seguridad del Continente. Pero tambin tenemos la responsabilidad compartida de mejorar y hacer ms eficaces los mecanismos para responder a las crisis, las inestabilidades, los conflictos tnicos y los imperativos humanitarios. El Consejo Permanente OTAN-Rusia nos permitir debatir, tomar decisiones e incluso poner en marcha acciones conjuntas.
Slo hace unos meses muchos observadores, anclados en posturas del pasado, estaban empecinados en hacernos elegir entre la ampliacin de la OTAN y unas buenas relaciones con Rusia. Hoy sabemos que podamos y debamos hacer ambas cosas. La seguridad en Europa no es un ejercicio de suma cero: lo que algunos ganan en seguridad, otros lo pierden. No es cierto. Hemos demostrado que todos pueden ser ganadores en este ejercicio, en un esquema en el que todos los pases puedan sentirse ms seguros. He aqu un cambio en la historia de Europa.
Soy perfectamente consciente de que no estamos haciendo ms que empezar y que podremos encontrar dificultades en el camino. Pero, sin duda, se puede afirmar que nunca en nuestro continente y sus aledaos se haba configurado una estructura de seguridad portadora de tantas esperanzas. Desde esa perspectiva, nos adentramos en el siglo prximo, en circunstancias infinitamente mejores de aquellas en las que iniciamos el pasado.
No puedo acercarme al final de mi intervencin sin afirmar claramente que nuestras relaciones con los socios de Europa Central y del Este no deben llevar a nadie a pensar que estamos descuidando otra zona importante para nuestra seguridad: el Mediterrneo.
Es imposible exagerar la importancia de lo que ocurra en el Mediterrneo para el resto de Europa. De ah el porqu del dilogo y la cooperacin que discreta pero decididamente hemos puesto en marcha con los pases de la cuenca mediterrnea. Europa no puede vivir a sus espaldas. En pocos lugares del Contiente existe una conciencia sobre la necesidad de abrir puentes de colaboracin a travs del mar comn que nos separa como en Barcelona. Esta ciudad, no es necesario recordarlo, fue sede en 1995 de la Conferencia de Barcelona, de la Unin Europea, la iniciativa ms importante que ha tenido lugar hasta ahora para lanzar una corriente de cooperacin con los paises del Mediterraneo sur, que tuve el privilegio de presidir.
El dilogo mediterrneo de la Alianza es slo un complemento a otros esfuerzos internacionales, entre los que destacan los liderados por la Unin Europea.
Voy a concluir. En estos nuevos procesos mundiales y europeos que he intentado esbozar a grandes rasgos, Espaa y Cataluna tienen muchas oportunidades, si saben aprovecharlas.
Josep Pla, uno de los escritores catalanes mas importantes de este siglo, dijo en 1927 que no se sentia ni europeo ni universal, ya que estas palabras carecian de sentido para el. Estoy seguro de que Pla, que disfrazaba de localismo a un personaje cosmopolita y de los mas cultos de la literatura catalana, hoy, en el umbral del siglo XXI no repetiria estas palabras.
A principios de siglo ser universal o ser europeo podia implicar no ser de ningun sitio, como advertia Pla. En estos momentos, en el mundo cambiante en que nos encontramos, el universalismo y el europeismo son la unica apuesta viable.
El dialogo, la cooperacion, las relaciones equilibradas, los compromisos compartidos y la comunicacion intercultural son los cimientos necesarios para que una Europa distinta, un mundo distinto y unico sean tambien mas seguros y justos.
La inseguridad no proviene de la ficticia estabilidad que proporcionaban los bloques. Proviene de la desigualdad, se alimenta de la injusticia, se potencia con la discriminacin, prende sus mechas en la irracionalidad tnica, en el racismo y en la xenofobia.
Afrontar esos problemas requiere, asimismo, reforzar nuestras convicciones ticas. Necesitamos, para construir el prximo milenio, unos valores firmes y firmemente arraigados, un compromiso inquebrantable con su defensa, y no solo una tica de situacin, una conciencia del acontecimiento.
Por mi parte, alla donde me encuentre no voy a escatimar esfuerzos para contribuir, en la medida de todas mis posibilidades e influencia, en la consecucin de la noble empresa que es una Europa y un mundo en paz y prosperidad.
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